viernes, 15 de julio de 2022

Alvin Roth sobre mercado y sociedad


Alvin Roth, ganador del Premio Nobel de Economía 2022, en su libro Who Gets What - and Why. The New Economics of Matchmaking and Market Design, sobre la relación entre mercados y sociedades señala que (p. 167):

And if  there's a thing we're learned about flawed markets, it's that people flee from them, either phisycally or by restoring back channels or black markets. Either way, flawed markets can undermine not just communities but whole nations. The Berlin Wall was a monument to that fact.  

Lo anterior lo resumiría así: si quieres conocer una sociedad, observa sus mercados.

Los conceptos de transacciones "repugnantes" y "protegidas" pueden servir para ilustrar esta idea. De acuerdo con Roth, en una transacción repugnante algunas personas quieren participar, pero otras la objetan a pesar de que dicha transacción no las afectan directamente. Por ejemplo, el consumo de carne de caballo en California, Estados Unidos, o el intercambio de órganos humanos. Otro ejemplo que se me ocurre es la prohibición de hace muchos años de prestar dinero a cambio de pagar un interés o, más recientemente, contratar seguros. En cambio, en una transacción protegida muchas personas están dispuestas a promoverla o a proteger el derecho de otros a participar en ella, incluso aunque no les interesa tomar parte. Los pequeños negocios entran en esta categoría cuando los contribuyentes están dispuestos a subsidiarlos a fin de que no desaparezcan ante la competencia de grandes empresas. El activismo que realizan algunas personas o grupos para evitar que algunas transacciones sean prohibidas, como el consumo de algunas drogas, también podrían entrar en esta categoría.

A través de las transacciones repugnantes y protegidas, los mercados revelan los valores, creencias y deseos de las personas que pertenecen a una comunidad. La condición de repugnancia de las transacciones cambian de acuerdo al lugar, poniendo de manifiesto cómo las sociedades varían entre sí. La repugnancia puede mantenerse durante mucho tiempo y, de repente, desaparecer, evidenciando que las sociedades se transforman.

[Este libro tiene traducción al español bajo el título de Quién obtiene qué y por qué: La nueva economía del diseño de mercados.]

domingo, 12 de junio de 2022

Una década sin Elinor Ostrom


Justo a 10 años del fallecimiento de Elinor Ostrom (7 de agosto de 1933-12 de junio de 2012), la primera mujer galardonada con el Premio Nobel de Economía, vale la pena recordar que nunca obtuvo un doctorado en Economía, aunque alguna vez lo intentó. Ella llegó a contar que al buscar ser admitida en el doctorado (Ph.D.) del Departamento de Economía de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), fue desalentada puesto que no había tomado suficientes cursos de matemáticas. Como una mujer, previamente la habían aconsejado a no tomar cursos más allá de álgebra y geometría en el bachillerato (high school). El Departamento de Ciencias Políticas de UCLA también tuvo sus reservas en admitir a una mujer a su programa de doctorado, pero finalmente le dieron una oportunidad. Como sea, Ostrom no necesitó un doctorado en Economía para hacer contribuciones importantes no únicamente a la disciplina económica, sino a otras ciencias sociales.

Para describir algunas de sus contribuciones más relevantes, me enfocaré en su libro más famoso: El gobierno de los bienes comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva. Aquí, a un nivel particular, la contribución de Ostrom puede entenderse como una investigación que llevó a una mejor comprensión de los problemas que entrañan el manejo y la conservación de los recursos naturales. Ella se concentró en un tipo específico de recursos naturales: los de uso común o colectivo, los cuales se caracterizan por ser escasos, su utilización por un individuo excluye a los demás de su aprovechamiento y es complicado establecer derechos de propiedad individual bien definidos. Los bosques, lagos y praderas de los cuales leñadores, pescadores o granjeros obtiene beneficios individuales son ejemplos de bienes comunes susceptibles de ser explotados en exceso.

Previo al trabajo de Ostrom, el biólogo Garrett Hardin había concluido que las iniciativas colectivas por racionalizar los recursos naturales de uso común tendrían como único resultado su uso irracional; es decir, serían sobreexplotados. Teóricamente, la conclusión de que los usuarios de recursos de uso común tienen incentivos privados insuperables para actuar en detrimento de los intereses colectivos se basaba en la tragedia de los bienes comunes, el juego del dilema del prisionero y la lógica de la acción colectiva. Derivado de ello, la mayoría de los analistas coincidían en que el único camino era centralizar la propiedad de los recursos naturales, pero con recomendaciones en sentidos opuestos. En uno, se proponía estatizar de tal manera que los gobiernos se encargaran de controlar los recursos naturales. En el otro, se sugería privatizarlos estableciendo derechos de propiedad bien definidos. Ostrom, cuestionando el énfasis puesto en la propiedad de los recursos naturales, planteó otra opción consistente en que los involucrados retuvieran los recursos y, de manera cooperativa, establecieran su propio sistema de gobierno sobre ellos. Es decir, establecer instituciones de acción cooperativa.

Vale la pena explicar la metodología de Ostrom, ya que es poco común a la que predomina en las investigaciones económicas. Consistió, primero, en estudiar detalladamente un conjunto amplio de casos (tanto de éxitos como de fracasos) de gestión de diversos recursos naturales de uso común; luego, en hacer inferencias que se pudieran aplicar a la generalidad y, finalmente, en plantear una teoría de las acciones colectivas. Con base en lo anterior, Ostrom identificó el principal problema de las estatizaciones y privatizaciones fallidas: condiciones imposibles de cumplir en la práctica. Por una parte, las estatizaciones ideales requieren que la autoridad tenga suficiente información sobre las condiciones del recurso natural y el comportamiento de los usuarios, a fin de supervisar y sancionar correctamente. Por la otra, las privatizaciones ideales parten del supuesto de que establecer derechos de propiedad por sí mismo es suficiente para asegurar la buena administración de los recursos, sin considerar que en muchos casos la forma de establecerlos no es obvia ni trivial. Por ejemplo, ¿tiene sentido fraccionar un lago?

Cuando estudio los casos en los que los recursos naturales declinaron a pesar de que estuvieron involucradas instituciones de acción colectiva, Ostrom encontró la clave de los sistemas exitosos de gestión de los recursos de uso común: la participación de los involucrados, la cual favorece establecer reglas y normas duraderas que faciliten la supervisión y resolución de conflictos. Así, mediante el análisis comparativo entre los casos fallidos y los exitosos, Ostrom abrió la discusión sobre otras opciones institucionales, en las que los usuarios establecen contratos o reglas del juego que favorecen la cooperación para el uso racional y sustentable de los recursos.

Me gustaría replantear estas contribuciones de Ostrom a un nivel más general: logró una mejor comprensión de las características que deben tener las instituciones que favorecen la cooperación entre individuos para lograr mejores resultados económicos y, al hacerlo, proporcionó elementos teóricos y empíricos para ampliar el conjunto de soluciones factibles a los problemas de manejo de recursos. Lejos de creer que las instituciones de acción colectiva constituían una panacea, Ostrom documentó casos en los que estatizaciones y privatizaciones han dado buenos resultados. Incluso, afirmó que muchos de los casos de éxito resultaron de mezclar soluciones públicas y privadas. Una enseñanza que Ostrom nos legó es que, ante una realidad compleja, haríamos muy bien en renunciar a soluciones únicas o universales, de tal manera que admitamos que cada situación impone retos propios y que las opciones de solución puedan darse en varias direcciones.

***

Hay personas y temas a los que uno regresa de vez en cuando. Otros posts sobre Elinor Ostrom en este blog pueden leerse aquí y acáEn este post retomé ideas de una reseña de El gobierno de los bienes comunes que publiqué hace varios años en la desaparecida revista Punto de Acuerdo

domingo, 5 de junio de 2022

Reseña III: "Tu hij@ puede ser millonari@: Cómo formar los tres pilares financieros para lograrlo", de Juan Luis Ordaz Díaz

 

La relación entre el juego y las cosas serias ha sido abordada por muchos autores y pensadores con enfoques diversos. De manera célebre, el lingüista e historiador Johan Huizinga, en su obra Homo Ludens, sostuvo que las grandes ocupaciones humanas están impregnadas de juego. Para Huizinga, el juego puede ser lo más serio de la existencia ya que a través de éste los seres humanos comprendemos y podemos apropiarnos del mundo. Otros investigadores, usando enfoques experimentales y empíricos, han estudiado cómo las actividades lúdicas pueden ayudar a superar situaciones que ameritan tomarse con seriedad. En esta perspectiva, se identifica un problema, se propone un juego como herramienta de solución y se evalúa su efectividad. Uno de estos problemas serios se refiere a la relación que personas y familias tienen con el mundo de las finanzas. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2021, entre 2015 y 2021, la población adulta de 18 a 70 años que tiene o tuvo al menos un producto financiero, pasó de 52.1 a 56.7 millones. A pesar de este aumento, estos datos en realidad muestran que la cobertura de la población adulta que ha estado incluida financieramente se ha mantenido en alrededor de 68%. Todavía más, solo una de cada diez personas tiene o ha tenido los cuatro tipos de productos financieros formales: una cuenta bancaria, un crédito, un seguro y una cuenta de Afore. Los datos muestran una disminución en la posesión de seguros y cuentas de Afore entre 2018 y 2021, lo que implica una mayor proporción de la población expuesta a gastos catastróficos (por ejemplo, en salud) y a no alcanzar una pensión suficiente para el retiro. Entonces, tenemos un problema en busca de un conjunto de soluciones, que pueden ser públicas, privadas o una mezcla de ellas.

En Tu hij@ puede ser millonari@. Cómoformar los tres pilares financieros para lograrlo, Juan Luis Ordaz Díaz nos advierte de la insuficiente educación financiera y propone actividades lúdicas para encausarnos por el buen camino. Los lectores encontrarán en este libro consejos, herramientas, técnicas y, por supuesto, juegos que los ayudarán a lograr un mejor manejo de sus finanzas personales y familiares. Cuando estamos frente a un libro que se toma en serio la educación financiera, puede surgir la incógnita de si será complicado o aburrido. Este no es el caso con Tu hij@ puede ser millonari@, pues además de recurrir a algunos recursos para mantener una lectura fluida y amena —como anécdotas y algo de humor— logra convencer de que las finanzas personales no únicamente son más sencillas de lo que se piensa, sino que cualquiera puede enseñar las herramientas para mejorarlas. Como puede intuirse de su título, el libro se enfoca en ofrecer a los lectores, una mamá o un papá, conocimientos y herramientas para que puedan enseñar a sus hijas e hijos el manejo adecuado de sus recursos económicos, desde una edad temprana y de una manera divertida. Lo anterior se encuentra bien fundamentado en hallazgos de las ciencias cognitivas que indican que una persona aprende mejor sobre un tema cuando obtiene información a edades más tempranas, cuando se encarga de enseñar el contenido y el proceso de aprendizaje es divertido.

Algo que los interesados genuinamente en la educación financiera tienen que agradecerle al autor es que rehúye a contenidos triviales y a clichés motivacionales. Juan Luis Ordaz es un economista y director de educación financiera en una institución bancaria, además de conferencista y capacitador en esta materia. Sigue la fórmula de informarnos de su origen familiar y de algunas de sus iniciativas empresariales, pero no cabe duda de que estamos ante el libro de un experto. Los consejos, herramientas y juegos que presenta tienen un valor informativo, existe alguna evidencia que respalda su efectividad o los ha utilizado personalmente en los cursos que ha impartido. Su exposición se ve favorecida con una redacción fluida que alterna información útil con juegos en familia en los cuales el lector puede imaginarse participando en ellos. En algún sentido, el autor busca la complicidad del lector.

Juan Luis Ordaz presenta una aportación en el campo de la educación financiera consistente en un “modelo” que describe los tres pilares de la riqueza financiera, el cual amerita explicación. El primer pilar se refiere a la “atracción del dinero”. En este pilar debe empezar la educación financiera y es muy importante que esté fundado en una actitud positiva hacia el dinero. Casi todos recibimos desde la infancia mensajes de que el dinero es negativo —“los ricos son malos”, “el dinero es el origen de todos los males”, etc.— y que terminan arraigados en nuestras creencias. Esta actitud tiene la consecuencia negativa de que ya en nuestra vida adulta terminamos limitados en nuestras posibilidades de conseguir, mantener y hacer crecer el dinero. El autor nos invita a cambiar esta actitud y entender que el dinero es bueno no porque es un fin, sino un medio para alcanzar otros fines, como el de ayudarse a sí mismo y ayudar a otros. Esta actitud puede fincarse desde el seno familiar, con padres transmitiendo a sus hijos mensajes positivos sobre el dinero mediante actividades lúdicas y de convivencia familiar. Para poner un ejemplo, el libro presenta un juego que consiste en una lista de tareas adecuadas por rango de edad que permitirán a los hijos a acumular puntos dependiendo de la tarea que elijan. El propósito de esta actividad es inculcar en los niños la importancia de cumplir con responsabilidades que, en principio, podrían generar rechazo.

El segundo pilar consiste en la “administración del dinero”. La idea central es que administrar adecuadamente requiere aprender a ahorrar, gastar y proteger el patrimonio. El autor propone a los padres inculcar en los hijos dos actitudes importantes: primero, el hábito del ahorro y, luego, la responsabilidad del gasto. El ahorro es el fundamento del éxito financiero y generar su hábito tiene importantes beneficios cognitivos como el autocontrol, el sentido del orden o la imaginación. Al final de cuentas, ¿quién al ahorrar no imagina un mejor futuro y hace planes para lograrlo? En cuanto a la forma de cómo gastar responsablemente, el autor presenta la “paradoja del gasto”: las personas cuyos gastos sobrepasan el ingreso que perciben terminarán gastando menos, acumularán menos bienes, perderán y no aprovecharán al máximo su dinero. Invito a los lectores a conocer la exposición en el libro de esta paradoja y entender sus efectos perversos en nuestra tranquilidad financiera. Como en el primer pilar, el libro presenta dinámicas y juegos en familia para adquirir y enseñar a administrar el dinero. Por ejemplo, el “método de los cinco propósitos para el ahorro” tiene la finalidad de que los padres enseñen fácilmente a sus hijos a ahorrar mediante la obtención de una recompensa que los motivará a seguir ahorrando.

El tercer pilar es la “multiplicación del dinero”. Como podemos imaginar, este tema a la larga puede generar importantes diferencias entre ricos y pobres, puesto que los primeros cuentan con más recursos materiales e inmateriales para hacer crecer el dinero que obtienen. Además, los libros de educación financiera abordan con menos frecuencia este pilar y las familias lo trabajan menos, probablemente porque invertir requiere ya haber atraído y administrado el dinero. Sin duda, tener dinero es una condición necesaria para invertirlo; sin embargo, el autor aconseja educar en este pilar de manera temprana, ya que, como los otros pilares, aportará mayores beneficios conforme más pronto sea adquirido. Para darle contenido a este consejo, el autor ataca el mito de que se requiere mucho dinero para invertir. Al respecto, el libro presenta opciones de inversión asequibles para pequeños ahorradores, así como sugerencias de cómo los padres pueden transmitir enseñanzas sencillas sobre inversión a los hijos. En el proceso, los padres también aprenderán a invertir. Coincido en que en países como México las familias que no pertenecen a los segmentos de mayores ingresos tienen más opciones de inversión de las que normalmente se cree, que se ajustan a presupuestos no tan elevados. También, me temo, los trabajadores informales y de bajos ingresos no tendrán a su disposición más y mejores opciones para multiplicar sus recursos a menos que la inclusión financiera se vaya volviendo una realidad.

La conclusión es que padres e hijos no alcanzarán la riqueza económica a menos que tengan fuertes los tres pilares. Si el segundo pilar fuera el único que tuviéramos sólido, como usualmente se recomienda, y tuviéramos débiles los pilares primero y tercero, sabremos administrar lo que tenemos, pero seguramente este dinero será escaso ya que tendremos pocas posibilidades de ganarlo y no sabremos cómo hacerlo crecer. En este sentido, Tu hij@ puede ser millonari@ es un avance en la educación financiera, puesto que su autor pone a disposición de los lectores un conjunto coherente y amplio de conceptos y herramientas para mejorar sus finanzas personales. Ciertamente, estos lectores pueden ser mamás y papás comprometidos con la educación financiera de sus hijos, pero también pueden beneficiarse educadores que buscan transmitir estos conocimientos a audiencias más amplias. Si pudiera sugerir algo al autor, le pediría que continúe desarrollando su modelo de los tres pilares financieros añadiendo más juegos o actividades lúdicas sobre la multiplicación del dinero, tanto como ya están incorporados en los otros dos pilares. De hacerlo, los padres tendrán todavía más elementos para aprender y transmitir a sus hijos conocimientos sobre finanzas personales y, quizá, como sociedad adquiriremos una mejor herramienta para ser utilizada en instituciones educativas. Y así vamos de lo privado a lo público.

domingo, 8 de mayo de 2022

Los retardos de las políticas macroeconómicas y, ¿por qué no?, microeconómicas

Imaginemos un mundo en el que estabilizar una economía (por ejemplo, acabar con un episodio inflacionario) fuera como conducir un automóvil: los responsables de la política económica únicamente tendrían que ajustar sus instrumentos de política, como si fueran un volante, para dirigir a la economía por el camino deseado. No obstante, estabilizar una economía se parece más a tratar de hacer que un enorme buque de carga tome el rumbo deseado. Si en un automóvil basta girar el volante, en un barco hay que girar el timón y esperar un tiempo hasta que tome la dirección deseada. Los responsable de la política de competencia económica, al igual que un capitán de barco, tienen que esperar un tiempo para ver que la economía se desempeñe como lo desean. Y eso si tienen suerte. En caso contrario, tendrán que hacer varios ajustes con sus correspondientes retardos.

Las políticas macroeconómicas de estabilización del ciclo económico tienen dos tipos de retardos o rezagos (lags). El retardo interno es el tiempo que transcurre entre que ocurre el desequilibrio y se pone en práctica una medida de política económica, que, a su vez, tiene tres tipos:

a) De reconocimiento: tiempo que transcurre entre que se produce el desequilibrio y las autoridades reconocer que deben actuar;

bDe decisión: tiempo entre reconocer a necesidad de actuar y decidir la política a implementar, y

cDe acción: tiempo transcurrido entre la decisión de política y su implementación.

El retardo externo se refiere al calendario de los efectos entre el momento en el que llevó a cabo la política y ésta empezó a tener efectos en la economía.

En esta literatura, en términos generales, se considera que la política fiscal tiene un retardo interno largo y uno externo corto, puesto que, por un lado, requiere tiempo para hacer cambios legales o administrativos para ajustar el sistema impositivo, entregar subsidios o planear las obras de infraestructura en las que se invertirá gasto público. Por el otro, los efectos de esta política se manifiestan con rapidez puesto ya que actúa directamente en agregados económicas como el consumo o la inversión. 

La política monetaria tiene un retardo interno corto y uno externo largo. Una decisión de esta política (por ejemplo, cambiar la tasa de interés) no requiere modificaciones legales o administrativas, pero como actúa sobre las expectativas de los agentes económicos e indirectamente sobre otras variables económicas, sus efectos tardan en manifestarse. Hace algunos años, tuvieron cierto auge elaborar modelos econométricos sobre el retardo externo de la política monetaria que identificaban el calendario de efectos de una medida de política sobre un conjunto de variables macroeconómicas de interés. Por ejemplo, en cuánto tiempo, durante cuánto tiempo y con qué intensidad un cambio en la tasa de interés de referencia del banco central afecta la inflación, el crecimiento o el desempleo. Estos trabajos suelen incluir una discusión de los mecanismos de transmisión de la política monetaria, pero ya es otra historia. [Un metaanálisis puede consultarse aquí]

En el post anterior resumí las opiniones de un panel economistas sobre la idoneidad de utilizar la política de competencia económica y los controles de precios para contener la inflación actual en Estados Unidos. Ahora, voy a tratar de aplicar esta clasificación de los retardos a estas políticas microeconómicas.

En el caso de la política de competencia, el retardo interno sería largo y el externo corto. En las típicas investigaciones de prácticas monopólicas (por ejemplo, abuso de poder de mercado y colusión), llevar a cabo una investigación considerando los plazos que establece la ley de competencia suele llevar más de un año o dos. Si la investigación llega a buen puerto, entonces se podría esperar que el remedio (por ejemplo, dejar de hacer la práctica monopólica) tenga efectos en el mercado rápidamente. Al momento, pienso que durante un episodio inflacionario la política de competencia económica puede contribuir mejor siguiendo la perspectiva de “poner las cosas en orden”; es decir, aprovechar la coyuntura para identificar problemas de competencia en mercados sensibles y tratar de arreglarlos. No parece claro que la política de competencia cuento con instrumentos para solucionar un problema de de inflación.

Los controles de precios tendrían un retardo interno largo, no tanto como el de la política de competencia, y un retardo externo corto, con efectos inmediatos si la implementación fuera ideal. Una vez tomada la decisión, el retardo de acción sería largo, pues implica diseñar un sistema administrativo que permita controlar efectivamente los precios de un conjunto de bienes o servicios, detectar incumplimientos y sancionarlos. Si esto ocurre, los efectos deberían manifestarse de inmediato, casi mecánicamente. Como se muestra en el post anterior, la opinión mayoritaria, casi total, de un panel de economistas es que el uso de controles de presiones para contener la inflación elevada que en la actualidad se observa en Estados Unidos sería una mala idea. Una preocupación habitual entre los economistas es que si bien el control de precios incrementaría el bienestar de los consumidores porque pagarían precios más bajos, también generaría una menor cantidad ofertada que generaría una pérdida bienestar (pérdida por peso muerto). También, los controles de precios dan surgimiento a mercados negros o al mal funcionamiento de cadenas de suministro que, por cierto, es precisamente una causa de la inflación actual.

Para finalizar, presento un cuadro que compara, de acuerdo con mi percepción, los retardos en las políticas discutidas. [Aclaración: en el caso de la política de competencia, únicamente considero investigaciones de prácticas monopólicas (abuso de poder de mercado y colusiones), no control de fusiones (concentraciones) u otros procedimientos.]



domingo, 1 de mayo de 2022

Inflación, poder de mercado y controles de precios. Opiniones de economistas de Estados Unidos

Al momento de escribir estas líneas, las economías de muchos países están experimentado un episodio de alta inflación. En términos generales, la mayor inflación global se explica principalmente por disrupciones de las cadenas de suministro ocasionadas por la pandemia del Covid-19 y por mayores presiones del lado de la demanda de bienes conforme esta pandemia cede. A ello hay que sumarle la guerra Rusia-Ucrania que ha aumentado los precios de los combustibles y otras materias primas y, con ello, los costos de producción en algunos países. En México, el precio de la gasolina y otros combustibles no se ha mantenido bajo control gracias a un subsidio fiscal.

Diversos bancos centrales han aplicado políticas monetarias restrictivas. No obstante, dado lo pronunciado y prolongado de este episodio inflacionario, varias voces han pedido explorar el uso de otros instrumentos de política pública.

En febrero pasado (2022), el IGM Forum de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago formuló tres proposiciones para que un panel de 43 economistas académicos de Estados Unidos diera su opinión, participando finalmente 41 de estos expertos. Estas proposiciones tienen que ver con la importancia del poder de mercado con la mayor inflación observada actualmente, y con la efectividad que tendrían la política de competencia económica y los controles de precios para contenerla. Los resultados en inglés pueden consultarse aquí. Si bien los economistas dieron su opinión para el contexto de Estados Unidos, por la naturaleza global de la inflación actual, considero que conocer estas opiniones puede ser de interés en otros países. A continuación, presentó las tres proposiciones (traducidas al español) y resumo brevemente las opiniones hechas. Otro resumen en inglés en el portal de VOX EU puede consultarse aquí.

a) Un factor importante detrás de la mayor inflación actual en Estados Unidos son las corporaciones dominantes en mercados no competitivos, que aprovechan su poder de mercado para aumentar los precios con el fin de aumentar sus márgenes de ganancia.

Antes de presentar los resultados, es importante considerar que los economistas indican sus niveles de confianza en cada una de sus respuestas, por lo que se puede obtener una distribución ponderada de sus respuestas. Además, los economistas tienen la opción de hacer algún comentario para justificar o explicar sus respuestas, lo que ayuda a entender sus razones.

La distribución ponderada por el nivel de confianza de las opiniones sobre esta proposición es: 3% muy de acuerdo; 7% de acuerdo; 12% incierto, 52% en desacuerdo y 27% muy en desacuerdo. Es decir, la percepción mayoritaria en este panel de economistas es que el poder de mercado influye poco en la inflación actual en los Estados Unidos.

Esta distribución de opiniones puede parecer sorprendente, puesto que asociar mayor poder de mercado con precios más altos es intuitivo. Al revisar los comentarios, las cosas se vuelven más claras.

Abhijit Banerjee, Angus Deaton y Bengt Holmström fueron los únicos integrantes del panel que se manifestaron a favor de la proposición, pero lamentablemente ninguno de ellos explicó su opinión.

Daron Acemoglu, Austan Goolsbee y Larry Samuelson indicaron que la proposición era incierta, pero sí comentaron sus respuestas, por lo que sabemos que reconocen que en Estados Unidos hay un problema de poder de mercado, pero no encuentran el mecanismo causal que conduciría a una mayor inflación. Judith Chevalier también opinó que la proposición es incierta y señaló que la manera en que los márgenes pueden traspasarse a los precios (pass-through) puede diferir mucho entre industrias, independientemente de que haya poder de mercado o no.

Entre los economistas que se manifestaron en contra de esta proposición, Robert Hall y Richard Schmalensee (experto en competencia económica) señalaron que el poder de mercado genera altos niveles de precios, no cambios importantes en ellos (es decir, inflación). Los otros integrantes del panel que respondieron en contra de la proposición señalaron, por una parte, que no identifican un mecanismo causal que vaya de márgenes altos a mayor inflación o, por la otra, en caso de que lo hubiera, la contribución del poder de mercado a la inflación no sería “importante”. El episodio inflacionario actual tiene otras causas. David Autor comentó, de manera ilustrativa, que los mercados de Estados Unidos han estado altamente concentrados por décadas, mientras que la elevada inflación que actualmente vemos es de un año para acá.

b) Las intervenciones antimonopolio (antitrust interventions) podrían reducir con éxito la inflación estadounidense durante los próximos 12 meses.

La distribución ponderada de las opiniones es: 4% de acuerdo; 12% incierto; 38% en desacuerdo y 46% muy en desacuerdo. Es decir, 84% está en contra de esta proposición.

De los que respondieron estar de acuerdo, el único que comento su respuesta fue Darrell Duffie, quien señaló que las acciones de las leyes de competencia económica contra empresas con poder de mercado tienden a bajar los precios.

Los que opinaron en contra de esta proposición o que señalaron que es incierta, y que justificaron sus opiniones, manifestaron sus reservas sobre la efectividad de la política de competencia económica en las circunstancias actuales debido a la manera en la que es instrumentada. Por un lado, Goolsbee, Samuelson y Schmalensee observan que el problema de inflación tiene un alcance nacional, mientras que las acciones que se derivan de las leyes de competencia tienden a enfocarse a mercados con una dimensión geográfica menor. En efecto, las leyes de competencia normalmente solicitan que en algunas intervenciones se definan “mercados relevantes” delimitados geográficamente, de tal manera que los problemas investigados y las medidas para corregirlos tienen una incidencia local o regional, rara vez nacional. Por otro lado, Acemoglu, Markus Brunnermeier, Kenneth Judd, William Nordhaus y José Scheinkman señalan el tiempo que toma implementar las acciones de política de competencia económica. Típicamente, esta política opera mediante la realización de investigaciones de prácticas monopólicas las cuales pueden llevar varios años en ser concluidas y establecer medidas. En algunos países, como México, la Ley Federal de Competencia Económica (pdf aquí) prevé procedimientos especiales para determinar ausencia de condiciones de competencia que si bien se llevan a cabo en menos tiempo pueden requerir varios meses para emitir una resolución. Además, una vez que se tiene la resolución hay que instrumentar las acciones.

En este punto, la opinión mayoritaria en este panel de economistas se puede resumir en que es dudoso que el poder de mercado sea un factor importante en la inflación actual en Estados Unidos, pero, suponiendo sin conceder que lo sea, la política de competencia económica usualmente no actúa a escala nacional y su tiempo de aplicación tiende a ser más prolongado del que la situación actual requiere.

La última proposición trata sobre lo que podría considerarse el “arma definitiva”: el uso de controles de precios, es decir, precios impuestos por los gobiernos sobre un conjunto de bienes y servicios, bajo la amenaza de sanciones para las empresas que no los acaten. Para algunas personas, los controles de precios pueden parecer atractivos, pero muchos economistas consideran que pueden tener efectos contraproducentes. Puesto que se trata de un panel de economistas de Estados Unidos, resulta pertinente señalar que de 1971 a 1974 el presidente Richard Nixon aplicó controles de precios cuando la inflación en ese país rondó el 5%. Los gobiernos de México y de otros países de América Latina también instrumentaron controles de precios en la década de 1970.


c) Los controles de precios implementados en la década de 1970 podrían reducir con éxito la inflación estadounidense durante los próximos 12 meses.

La distribución ponderada de las respuestas es: 24% de acuerdo; 11% incierto, 49% en desacuerdo y 16% muy en desacuerdo. Me parece que estos resultados confirman que dentro de la profesión económica se mantiene una opinión mayoritariamente negativa sobre los controles de precios, aunque una tercera parte respondió estar de acuerdo o que no tener certeza. Vale la pena revisar los comentarios de quienes no se manifestaron en contra de esta proposición.

Acemoglu, Autor, Duffie, Aaron Edlin (experto en competencia económica), Oliver Hart, Judd, Eric Maskin, Nordhaus, Scheinkman, Schmalensee, Carl Shapiro (experto en competencia económica) y James Stock comentaron que los controles de precios “por definición” o “mecánicamente” reducen la inflación, pero que son una mala idea ya que tendrían efectos contraproducentes como desbasto o una mayor inflación futura. Banerjee, quien respondió de manera incierta, mencionó que la implementación sería un gran reto. Amy Finkelstein estuvo de acuerdo con la proposición, pero no hizo comentarios.

La revisión de estos comentarios simplemente confirma la amplia oposición a utilizar controles de precios para enfrentar la inflación actual en Estados Unidos.

jueves, 6 de enero de 2022

Películas favoritas de 2021

1. El poder del perro (Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Reino Unido, 2021), de Jane Campion.

2. Una ronda más (Dinamarca, 2020), de Thomas Vinterberg.

3. La crónica francesa (Estados Unidos, 2020), de Wes Anderson.

4. Fragmentos de una mujer (Canadá y Estados Unidos), de Kornél Mundruczó.

5. Fue la mano de Dios (Italia, 2021), de Paolo Sorrentino. 

6. Dune: Part One (Estados Unidos, Hungría, Canadá y Reino Unido, 2021), de Denis Villeneuve.

7. Una película de policías (México, 2021), de Alonso Ruizpalacios.

8. El agente topo (Chile, 2020), de Maite Alberdi.

9. Nuevo orden (México, 2020), de Michel Franco.

10. Cry Macho (Estados Unidos, 2021), de Clint Eastwood.

Mis listas de 2011 a 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019 y 2020. Mi definición de "película del año t": película estrenada comercialmente en México en salas de cine o plataformas de Internet, o presentada en salas de cines en alguna muestra o foro, durante el año t.

La pandemia provocó que 2020 y 2021 viera más series que películas.