domingo, 8 de mayo de 2022

Los retardos de las políticas macroeconómicas y, ¿por qué no?, microeconómicas

Imaginemos un mundo en el que estabilizar una economía (por ejemplo, acabar con un episodio inflacionario) fuera como conducir un automóvil: los responsables de la política económica únicamente tendrían que ajustar sus instrumentos de política, como si fueran un volante, para dirigir a la economía por el camino deseado. No obstante, estabilizar una economía se parece más a tratar de hacer que un enorme buque de carga tome el rumbo deseado. Si en un automóvil basta girar el volante, en un barco hay que girar el timón y esperar un tiempo hasta que tome la dirección deseada. Los responsable de la política de competencia económica, al igual que un capitán de barco, tienen que esperar un tiempo para ver que la economía se desempeñe como lo desean. Y eso si tienen suerte. En caso contrario, tendrán que hacer varios ajustes con sus correspondientes retardos.

Las políticas macroeconómicas de estabilización del ciclo económico tienen dos tipos de retardos o rezagos (lags). El retardo interno es el tiempo que transcurre entre que ocurre el desequilibrio y se pone en práctica una medida de política económica, que, a su vez, tiene tres tipos:

a) De reconocimiento: tiempo que transcurre entre que se produce el desequilibrio y las autoridades reconocer que deben actuar;

bDe decisión: tiempo entre reconocer a necesidad de actuar y decidir la política a implementar, y

cDe acción: tiempo transcurrido entre la decisión de política y su implementación.

El retardo externo se refiere al calendario de los efectos entre el momento en el que llevó a cabo la política y ésta empezó a tener efectos en la economía.

En esta literatura, en términos generales, se considera que la política fiscal tiene un retardo interno largo y uno externo corto, puesto que, por un lado, requiere tiempo para hacer cambios legales o administrativos para ajustar el sistema impositivo, entregar subsidios o planear las obras de infraestructura en las que se invertirá gasto público. Por el otro, los efectos de esta política se manifiestan con rapidez puesto ya que actúa directamente en agregados económicas como el consumo o la inversión. 

La política monetaria tiene un retardo interno corto y uno externo largo. Una decisión de esta política (por ejemplo, cambiar la tasa de interés) no requiere modificaciones legales o administrativas, pero como actúa sobre las expectativas de los agentes económicos e indirectamente sobre otras variables económicas, sus efectos tardan en manifestarse. Hace algunos años, tuvieron cierto auge elaborar modelos econométricos sobre el retardo externo de la política monetaria que identificaban el calendario de efectos de una medida de política sobre un conjunto de variables macroeconómicas de interés. Por ejemplo, en cuánto tiempo, durante cuánto tiempo y con qué intensidad un cambio en la tasa de interés de referencia del banco central afecta la inflación, el crecimiento o el desempleo. Estos trabajos suelen incluir una discusión de los mecanismos de transmisión de la política monetaria, pero ya es otra historia. [Un metaanálisis puede consultarse aquí]

En el post anterior resumí las opiniones de un panel economistas sobre la idoneidad de utilizar la política de competencia económica y los controles de precios para contener la inflación actual en Estados Unidos. Ahora, voy a tratar de aplicar esta clasificación de los retardos a estas políticas microeconómicas.

En el caso de la política de competencia, el retardo interno sería largo y el externo corto. En las típicas investigaciones de prácticas monopólicas (por ejemplo, abuso de poder de mercado y colusión), llevar a cabo una investigación considerando los plazos que establece la ley de competencia suele llevar más de un año o dos. Si la investigación llega a buen puerto, entonces se podría esperar que el remedio (por ejemplo, dejar de hacer la práctica monopólica) tenga efectos en el mercado rápidamente. Al momento, pienso que durante un episodio inflacionario la política de competencia económica puede contribuir mejor siguiendo la perspectiva de “poner las cosas en orden”; es decir, aprovechar la coyuntura para identificar problemas de competencia en mercados sensibles y tratar de arreglarlos. No parece claro que la política de competencia cuento con instrumentos para solucionar un problema de de inflación.

Los controles de precios tendrían un retardo interno largo, no tanto como el de la política de competencia, y un retardo externo corto, con efectos inmediatos si la implementación fuera ideal. Una vez tomada la decisión, el retardo de acción sería largo, pues implica diseñar un sistema administrativo que permita controlar efectivamente los precios de un conjunto de bienes o servicios, detectar incumplimientos y sancionarlos. Si esto ocurre, los efectos deberían manifestarse de inmediato, casi mecánicamente. Como se muestra en el post anterior, la opinión mayoritaria, casi total, de un panel de economistas es que el uso de controles de presiones para contener la inflación elevada que en la actualidad se observa en Estados Unidos sería una mala idea. Una preocupación habitual entre los economistas es que si bien el control de precios incrementaría el bienestar de los consumidores porque pagarían precios más bajos, también generaría una menor cantidad ofertada que generaría una pérdida bienestar (pérdida por peso muerto). También, los controles de precios dan surgimiento a mercados negros o al mal funcionamiento de cadenas de suministro que, por cierto, es precisamente una causa de la inflación actual.

Para finalizar, presento un cuadro que compara, de acuerdo con mi percepción, los retardos en las políticas discutidas. [Aclaración: en el caso de la política de competencia, únicamente considero investigaciones de prácticas monopólicas (abuso de poder de mercado y colusiones), no control de fusiones (concentraciones) u otros procedimientos.]



domingo, 1 de mayo de 2022

Inflación, poder de mercado y controles de precios. Opiniones de economistas de Estados Unidos

Al momento de escribir estas líneas, las economías de muchos países están experimentado un episodio de alta inflación. En términos generales, la mayor inflación global se explica principalmente por disrupciones de las cadenas de suministro ocasionadas por la pandemia del Covid-19 y por mayores presiones del lado de la demanda de bienes conforme esta pandemia cede. A ello hay que sumarle la guerra Rusia-Ucrania que ha aumentado los precios de los combustibles y otras materias primas y, con ello, los costos de producción en algunos países. En México, el precio de la gasolina y otros combustibles no se ha mantenido bajo control gracias a un subsidio fiscal.

Diversos bancos centrales han aplicado políticas monetarias restrictivas. No obstante, dado lo pronunciado y prolongado de este episodio inflacionario, varias voces han pedido explorar el uso de otros instrumentos de política pública.

En febrero pasado (2022), el IGM Forum de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago formuló tres proposiciones para que un panel de 43 economistas académicos de Estados Unidos diera su opinión, participando finalmente 41 de estos expertos. Estas proposiciones tienen que ver con la importancia del poder de mercado con la mayor inflación observada actualmente, y con la efectividad que tendrían la política de competencia económica y los controles de precios para contenerla. Los resultados en inglés pueden consultarse aquí. Si bien los economistas dieron su opinión para el contexto de Estados Unidos, por la naturaleza global de la inflación actual, considero que conocer estas opiniones puede ser de interés en otros países. A continuación, presentó las tres proposiciones (traducidas al español) y resumo brevemente las opiniones hechas. Otro resumen en inglés en el portal de VOX EU puede consultarse aquí.

a) Un factor importante detrás de la mayor inflación actual en Estados Unidos son las corporaciones dominantes en mercados no competitivos, que aprovechan su poder de mercado para aumentar los precios con el fin de aumentar sus márgenes de ganancia.

Antes de presentar los resultados, es importante considerar que los economistas indican sus niveles de confianza en cada una de sus respuestas, por lo que se puede obtener una distribución ponderada de sus respuestas. Además, los economistas tienen la opción de hacer algún comentario para justificar o explicar sus respuestas, lo que ayuda a entender sus razones.

La distribución ponderada por el nivel de confianza de las opiniones sobre esta proposición es: 3% muy de acuerdo; 7% de acuerdo; 12% incierto, 52% en desacuerdo y 27% muy en desacuerdo. Es decir, la percepción mayoritaria en este panel de economistas es que el poder de mercado influye poco en la inflación actual en los Estados Unidos.

Esta distribución de opiniones puede parecer sorprendente, puesto que asociar mayor poder de mercado con precios más altos es intuitivo. Al revisar los comentarios, las cosas se vuelven más claras.

Abhijit Banerjee, Angus Deaton y Bengt Holmström fueron los únicos integrantes del panel que se manifestaron a favor de la proposición, pero lamentablemente ninguno de ellos explicó su opinión.

Daron Acemoglu, Austan Goolsbee y Larry Samuelson indicaron que la proposición era incierta, pero sí comentaron sus respuestas, por lo que sabemos que reconocen que en Estados Unidos hay un problema de poder de mercado, pero no encuentran el mecanismo causal que conduciría a una mayor inflación. Judith Chevalier también opinó que la proposición es incierta y señaló que la manera en que los márgenes pueden traspasarse a los precios (pass-through) puede diferir mucho entre industrias, independientemente de que haya poder de mercado o no.

Entre los economistas que se manifestaron en contra de esta proposición, Robert Hall y Richard Schmalensee (experto en competencia económica) señalaron que el poder de mercado genera altos niveles de precios, no cambios importantes en ellos (es decir, inflación). Los otros integrantes del panel que respondieron en contra de la proposición señalaron, por una parte, que no identifican un mecanismo causal que vaya de márgenes altos a mayor inflación o, por la otra, en caso de que lo hubiera, la contribución del poder de mercado a la inflación no sería “importante”. El episodio inflacionario actual tiene otras causas. David Autor comentó, de manera ilustrativa, que los mercados de Estados Unidos han estado altamente concentrados por décadas, mientras que la elevada inflación que actualmente vemos es de un año para acá.

b) Las intervenciones antimonopolio (antitrust interventions) podrían reducir con éxito la inflación estadounidense durante los próximos 12 meses.

La distribución ponderada de las opiniones es: 4% de acuerdo; 12% incierto; 38% en desacuerdo y 46% muy en desacuerdo. Es decir, 84% está en contra de esta proposición.

De los que respondieron estar de acuerdo, el único que comento su respuesta fue Darrell Duffie, quien señaló que las acciones de las leyes de competencia económica contra empresas con poder de mercado tienden a bajar los precios.

Los que opinaron en contra de esta proposición o que señalaron que es incierta, y que justificaron sus opiniones, manifestaron sus reservas sobre la efectividad de la política de competencia económica en las circunstancias actuales debido a la manera en la que es instrumentada. Por un lado, Goolsbee, Samuelson y Schmalensee observan que el problema de inflación tiene un alcance nacional, mientras que las acciones que se derivan de las leyes de competencia tienden a enfocarse a mercados con una dimensión geográfica menor. En efecto, las leyes de competencia normalmente solicitan que en algunas intervenciones se definan “mercados relevantes” delimitados geográficamente, de tal manera que los problemas investigados y las medidas para corregirlos tienen una incidencia local o regional, rara vez nacional. Por otro lado, Acemoglu, Markus Brunnermeier, Kenneth Judd, William Nordhaus y José Scheinkman señalan el tiempo que toma implementar las acciones de política de competencia económica. Típicamente, esta política opera mediante la realización de investigaciones de prácticas monopólicas las cuales pueden llevar varios años en ser concluidas y establecer medidas. En algunos países, como México, la Ley Federal de Competencia Económica (pdf aquí) prevé procedimientos especiales para determinar ausencia de condiciones de competencia que si bien se llevan a cabo en menos tiempo pueden requerir varios meses para emitir una resolución. Además, una vez que se tiene la resolución hay que instrumentar las acciones.

En este punto, la opinión mayoritaria en este panel de economistas se puede resumir en que es dudoso que el poder de mercado sea un factor importante en la inflación actual en Estados Unidos, pero, suponiendo sin conceder que lo sea, la política de competencia económica usualmente no actúa a escala nacional y su tiempo de aplicación tiende a ser más prolongado del que la situación actual requiere.

La última proposición trata sobre lo que podría considerarse el “arma definitiva”: el uso de controles de precios, es decir, precios impuestos por los gobiernos sobre un conjunto de bienes y servicios, bajo la amenaza de sanciones para las empresas que no los acaten. Para algunas personas, los controles de precios pueden parecer atractivos, pero muchos economistas consideran que pueden tener efectos contraproducentes. Puesto que se trata de un panel de economistas de Estados Unidos, resulta pertinente señalar que de 1971 a 1974 el presidente Richard Nixon aplicó controles de precios cuando la inflación en ese país rondó el 5%. Los gobiernos de México y de otros países de América Latina también instrumentaron controles de precios en la década de 1970.


c) Los controles de precios implementados en la década de 1970 podrían reducir con éxito la inflación estadounidense durante los próximos 12 meses.

La distribución ponderada de las respuestas es: 24% de acuerdo; 11% incierto, 49% en desacuerdo y 16% muy en desacuerdo. Me parece que estos resultados confirman que dentro de la profesión económica se mantiene una opinión mayoritariamente negativa sobre los controles de precios, aunque una tercera parte respondió estar de acuerdo o que no tener certeza. Vale la pena revisar los comentarios de quienes no se manifestaron en contra de esta proposición.

Acemoglu, Autor, Duffie, Aaron Edlin (experto en competencia económica), Oliver Hart, Judd, Eric Maskin, Nordhaus, Scheinkman, Schmalensee, Carl Shapiro (experto en competencia económica) y James Stock comentaron que los controles de precios “por definición” o “mecánicamente” reducen la inflación, pero que son una mala idea ya que tendrían efectos contraproducentes como desbasto o una mayor inflación futura. Banerjee, quien respondió de manera incierta, mencionó que la implementación sería un gran reto. Amy Finkelstein estuvo de acuerdo con la proposición, pero no hizo comentarios.

La revisión de estos comentarios simplemente confirma la amplia oposición a utilizar controles de precios para enfrentar la inflación actual en Estados Unidos.