Frédéric Bastiat (1801-1850), en su último panfleto Lo que se ve y lo que no se ve (1850), escribió:
Toda la diferencia entre un mal y un buen economista es ésta: uno se limita al efecto visible; el otro tiene en cuenta el efecto que se ve y los que hay que prever.
Y continúa:
Pero esta diferencia es enorme, ya que casi siempre sucede que, cuando la consecuencia inmediata es favorable, las consecuencias ulteriores son funestas, y vice versa. — Así, el mal economista persigue un beneficio inmediato que será seguido de un gran mal en el futuro, mientras que el verdadero economista persigue un gran bien para el futuro, aun a riesgo de un pequeño mal presente.
A lo que se refería Bastiat, un icono del liberalismo clásico, es que el buen economista debe preocuparse no solo por identificar y prever todas las consecuencias de los actos sobre la economía, en el corto y en el largo plazo, sino ser capaz de ponderar costos y beneficios.
Por cierto, en este panfleto Bastiat describió por primera vez el importante concepto económico de costo de oportunidad.
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