Joe Stiglitz, en su artículo The Private Uses of the Public Interests: Incentives and Institutions (pdf) (1998), recuerda su experiencia en el Gobierno de los Estados Unidos en los siguientes términos:
What occurred was often worse that Gresham's Law: it was not only that bad arguments seemed to drive out good, but good economists, responding to implicit incentives, adopted bad arguments to win battles. In a process of cognitive dissonance reduction, possibly combined with some intellectual atrophy, sometimes good economists eved seemed to come to believe their specious arguments.
La Ley de Gresham postula que si existen dos tipos diferentes de monedas circulantes, la moneda "mala" expulsará de la circulación a la "buena". Si por moneda buena entendemos aquella que tiene un mayor contenido de un metal más preciado - por ejemplo, oro - y como moneda mala aquella que contiene más de un metal menos preciado - por ejemplo, níquel -, según la Ley de Gresham la gente preferirá atesorar la moneda de oro y hacer sus transacciones diarias con la moneda de níquel, para deshacerse de ella. Cuando todos hacen lo mismo, las monedas de níquel se vuelven el medio de cambio predominante, mientras que las de oro se quedan guardadas y salen de circulación.
George Akerlof extendería lo anterior a otros aspectos de la economía y la política en lo que se llama dinámica de Gresham. Lo que específicamente describe Stiglitz es el mecanismo por el que en los debates los buenos argumentos serían desplazados por malos argumentos, aunque también señala que los buenos economistas pueden terminar creyéndoselos.
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