Dos conceptos que me parecen interesantes, por difusos
y controvertidos, son “populismo” y “neoliberalismo”. En la discusión política
ambos son usados con ardor, oportunismo y –si la situación lo amerita– como
insulto; mientras que en la academia los intentos de dotarlos de definiciones
precisas no han carecido de objeciones y sesgos.
La reciente divergencia entre los presidentes de México y
Estados Unidos sobre el significado del concepto “populismo” (aquí un video editado)
ilustra lo anterior.
Enrique Peña Nieto, quien habló en español, le dio una
connotación negativa que, en mi opinión, es acorde al uso mayoritario en América
Latina. Por su parte, Barack Obama, en inglés, hizo una defensa del mismo y se
definió como un populista. Algunos entendidos han señalado que en la jerga
política estadunidense la palabra populism
no necesariamente implica desprestigio o tiene una connotación negativa. En todo caso, se trata de un viejo movimiento
político de izquierda que mantendría alguna vigencia.
A veces peco de optimista y creo que he sorteado un poco la confusión gracias a mi primera aproximación formal al concepto: el libro La Macroeconomía del Populismo en la América Latina, compilado por Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards (FCE, 1992). En el ensayo
introductorio (originalmente escrito en inglés, pdf), Dornbusch y Edwards presentan la siguiente definición de “populismo
económico”:
[E]s un enfoque de la economía [economics] que destaca el crecimiento y la redistribución del ingreso y menosprecia los riesgos de la inflación y el financiamiento deficitario, las restricciones externas y la reacción de los agentes económicos ante las políticas agresivas ajenas al mercado. El propósito de la descripción de este paradigma no es una afirmación moralista de la economía conservadora, sino una advertencia de que las políticas populistas fracasan en última instancia, y su fracaso tiene siempre un costo terrible para los mismos grupos que supuestamente se quiere favorecer.
Esta definición ha moldeado mi entendimiento y actitud hacia el populismo, incluso
a tal grado que he llegado a prescindir –quizá indebidamente– del adjetivo “económico”.
Así, entiendo como populismo (económico) un programa de gobierno que para
cumplir una promesa de justicia social menosprecia restricciones macroeconómicas
y lleva a cabo políticas cuyos beneficios de corto plazo serían superados por costos de largo plazo. En general, creo
que es una buena definición para las preocupaciones usuales de los economistas y
que puede funcionar para iniciar discusiones constructivas.
La segunda parte es curiosa, en tanto que afirma que el destino es el fracaso. ¿El populismo económico es inherentemente insostenible?
Finalmente, pienso que bien haríamos en diferenciar populismo
de demagogia. Entiendo a lo segundo como mera retórica, hasta falsas promesas, mientras
que lo primero es retórica más un conjunto de políticas encaminadas a cumplir lo
prometido.
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