Edward Glaeser, autor del excelente libro El triunfo de las ciudades, es un gran admirador de Jane Jacobs, legendaria periodista, urbanista y activista. A pesar de la afinidad que siente, Glaeser no deja de señalar como un error la predilección que tenía Jacobs por la conservación de construcciones antiguas de poca altura en las zonas urbanas.
Glaeser afirma que la posición de Jacobs se basaba en la combinación de sus propias preferencias por barrios similares a los que vivió y en un mal entendimiento de la teoría económica. En palabras de Glasear:
A Jane Jacobs le gustaba proteger los edificios antiguos como consecuencia de un razonamiento económico erróneo. Creía que si se conservaban los edificios más antiguos y de menor altura, eso haría que de algún modo los precios siguieran siendo asequibles para los empresarios de la construcción. Ahora bien, la oferta y la demanda no funcionan de esa manera. Conservar un edificio antiguo de una sola planta en lugar de reemplazarlo por otro de cuarenta plantas no lo convertirá en asequible. Aumentar la oferta inmobiliaria (o de cualquier otra cosa) casi siempre hace bajar los precios, mientras que restringirla hará que se mantangan altos.Las ciudad, la propia, entraña sentimientos basados en los recuerdos y la identidad, pero de vez en cuando sería aconsejable tener presente que los gustos personales - necesariamente excluyentes - no son una buena guía para las políticas públicas. Me gusta pensar, parafraseando a Borges, que lo que estamos haciendo ahora por renovar nuestras ciudades será lo que nos dará identidad más adelante.
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