En el (ya viejo) post “¿Y las escuelas de pensamiento económico?” (aquí) mostré que economistas de Italia y Portugal evitaban adherirse a alguna escuela de pensamiento. En ese entonces, conjeturé que la mayoría de la profesión considera que se limita a aplicar el método económico, por lo que sus integrantes no se reconocen parte de una escuela de pensamiento particular, como la denominada “economía neoclásica”. Escribí: “Así, las escuelas de pensamiento tienden a verse más como historia que como una característica actual de la profesión”.
No obstante, otros grupos dentro la disciplina también se quejan de que la hegemonía de la escuela neoclásica, de alguna
manera, ha impedido el avance científico. En una carta abierta (aquí) publicada en 2014, la International
Student Initiative for Pluralist Economics (ISIPE) señaló que la enseñanza de
la economía se encontraba en crisis y abogó por un mayor pluralismo de las teorías
y métodos que son enseñados a los estudiantes a fin de entender las
implicaciones de las decisiones económicas. Esto debería llevar, por ejemplo, a
reformar planes de estudios para que los estudiantes conozcan contribuciones de
autores de las escuelas marxista, estructuralista, austriaca, entre otras.
Asumiendo que el diagnóstico de falta de pluralismo sea correcto, la queja de la ISIPE de
una disciplina económica en crisis o en “empobrecimiento progresivo” me remite a un pasado mejor: antes, la ciencia económica avanzó gracias a que tuvo un
mayor pluralismo científico; en cambio, su estancamiento actual se debe a que
ha sido monopolizada por la escuela neoclásica. Suena razonable ya que es difícil
oponerse en abstracto a tener una disciplina más diversa, pero vale la pena conocer los argumentos
de académicos que han discutido el pluralismo en otras ciencias sociales.
En Paradigmas en
ciencia política (1998), Mario Héctor Resnik utiliza el concepto de
paradigma científico de Thomas Kuhn para probar su hipótesis inicial de que no
existe un paradigma (compartido) de ciencia política. Resnik encontró, en
realidad, que la ciencia política adolece de una pluralidad de paradigmas (o
escuelas), hasta el punto de que difícilmente puede afirmarse que existe una disciplina
unificada. Así, para Resnik, “en el campo específico de la ciencia política el
modo de presentación del material por parte de los autores suscita la
presunción de que casi podría hablarse de un paradigma por autor…” (p. 47). La
consecuencia negativa de “la ausencia de un paradigma dominante (o de la multiplicidad
de paradigmas, según se prefiera)” es que la ciencia política ha avanzado muy
poco en lograr un lenguaje común o en crear un criterio para discriminar
entre enunciados científicos y pseudocientíficos. Para Resnick, esta situación
es parecida a lo que ocurre en otras ciencias sociales, con una excepción (p.
49):
La ciencia económica ha alcanzado un alto grado de desarrollo. Pero ese elevado nivel fue obtenido al cabo de un largo proceso en el que jugó un papel decisivo el esclarecimiento y la definición de conceptos básicos. Con el añadido de que el desarrollo de la ciencia económica también contó con que la mayoría significativa de sus cultores compartió esas formulaciones conceptuales.
Finalmente, Resnick
propone superar las diferencias de enfoque en la ciencia política recurriendo a
una metodología específica definida por la Teoría General de Sistemas.
En la disciplina de la
administración pública también se han observado diferencias de enfoques que
podrían superarse mediante la adopción de una metodología común. Omar Guerrero, en el
artículo “La metodología en administración pública” aparecido en la Revista
del Seminario (primera época, año 1, núm. 1, junio de 2011) (aquí),
afirma que la fragmentación de esta disciplina en escuelas de pensamiento
impidió la comunicación entre especialistas (p. 99):
Fue por medio de la metodología que la administración pública pudo superar una de sus grandes limitaciones epistemológicas del siglo XX, es decir, su fragmentación en “escuelas de pensamiento”. Estas […] más que puentes tendidos para estimular la comunicación en pro de la unificación de la disciplina, hicieron de su campo una especie de “poliarquía” en la cual cada escuela elevó su indómita bandera de autoridad académica. La metodología fue el principio del fin del dominio de las “escuelas de pensamiento” en la administración pública, desentrañando la estructura de su formación teórica y poniendo al descubierto sus errores de base.
No hay comentarios:
Publicar un comentario