La idea de que la inflación es mayor cuando aumenta la oferta de dinero es una de las primeras observaciones empíricas en economía. Nicolás Copérnico (1473-1543) sería uno de los primeros en señalarla y le siguieron Martín de Azpilcueta (1492-1586) y Tomás de Mercado (ca. 1523-1575), integrantes de la Escuela de Salamanca, así como Juan Bodino (1530-1596), John Locke (1632-1704), David Hume (1711-1776), entre otros. Estos pensadores estuvieron preocupados por el efecto que tendría en Europa la llegada masiva de metales preciosos provenientes de las colonias americanas de España.
Ya en el Siglo XX, Irving Fisher (1867-1947), probablemente el primer economista que fue una celebridad, formalizó esta noción en la teoría cuantitativa del dinero a traves de su ecuación de intercambio [i.e. MV = SpQ o, en su versión transacciones (T) para incluir depósitos bancarios, MV + M'V' = SpQ = PT]. En 1956, Milton Friedman (1912-2006) publicaría su artículo "The Quantity Theory of Money: A Restatement", señalando que si la demanda de dinero es estable, entonces la oferta de dinero determina el nivel de precios.
En 1956, en la conferencia El desarrollo
económico y la inflación en México y otros países latinoamericanos (aquí pdf), Juan F. Noyola (1922-1962)
señaló:
La inflación no es un fenómeno monetario. Es el resultado de desequilibrios de carácter real que se manifiestan en forma de aumentos del nivel general de precios. Este carácter real del proceso inflacionario es mucho más perceptible en los países subdesarrollados que en los países industriales.
No basta sin embargo decir que la inflación es un fenómeno no resultante de desequilibrios reales en el sistema económico. Para comprender ese fenómeno es preciso disponer de una teoría o de una serie de categorías o herramientas teóricas. Pero el análisis de la inflación no puede quedarse en la aplicación mecánica, de esas categorías, y sobre todo cuando se trata de las que provienen de esquemas teóricos muy simplificados como el keynesiano o el sueco que explica la inflación en términos de sobreinversión o de un exceso de demanda sobre la oferta disponible ex-ante.
Hay sin duda otros enfoques más refinados que arrojan mucha luz sobre la verdadera naturaleza de la inflación; entre éstos cabe citar, como todos ustedes conocen, el análisis de Kalecki, que destaca la importancia de la rigidez de la oferta y del girado del monopolio en el sistema económico, y sobre todo planteamientos como el de Henri Aujac, que examina el comportamiento de las diversas clases sociales y su capacidad de regateo. Este último enfoque revela, con meridiana claridad, que la inflación no es sino un aspecto particular del fenómeno mucho más general de la lucha de clases.
Pero ni siquiera estos planteamientos nos pueden llevar muy lejos en la comprensión de los fenómenos inflacionarios en la América Latina, si no se introducen en el análisis una serie de elementos derivados de la observación de la estructura y del funcionamiento de la economía de nuestros países. Al introducir tales elementos, se llega a la conclusión inevitable de que la inflación es en cada país latinoamericano un problema específico y distinto, aun cuando puedan encontrarse una serie de rasgos comunes entre todos ellos. ¿Cuáles son los elementos que deben introducirse en el análisis? En rigor, todos los que sean capaces de dar origen a desequilibrios en el sistema económico. Entre ellos existen elementos de carácter estructural, como la distribución de la población por ocupaciones y las diferencias de productividad entre los diversos sectores de la economía.
Existen también elementos de carácter dinámico, tales como las diferencias del ritmo de crecimiento entre la economía y su conjunto y algunos sectores específicos: las exportaciones, la producción agrícola, etcétera.
Existen, por último, elementos de carácter institucional sea en la organización productiva del sector privado, grado de monopolio, métodos de fijación de los precios, grado de organización sindical; sea en la organización y el funcionamiento del Estado y en el grado y orientación de su intervención en la vida económica.
Para Noyola, funcionario de la Cepal y uno de los
fundadores de la teoría estructuralista de la inflación, entre los
desequilibrios reales causantes de inflación se encuentran rigideces de
oferta, poder monopólico, lucha de clases (empresarios versus trabajadores), distribución de la población por ocupaciones, diferencias
de productividad entre sectores económicos, diferencias de
creciminto entre sectores y otros factores institucionales de la economía de un
país. Para Noyola, la inflación en cada país de América Latina era un
problema específico y distinto.
En 1963, Milton Friedman en su conferencia Inflation: Causes and Consequences. First Lecture (pdf) presentaría su famosa frase de que "la inflación es siempre y en todo lugar un fenomeno monetario". Friedman, quien era el principal referente intelectual del monetarismo y acababa de alcanzar el estatus de celebridad que alguna vez tuvo Irving Fisher, prácticamente inició su conferencia con una definición de inflación:
By inflation, I shall mean a steady and sustained rise in prices. In this lecture, I shall deal primarily with open inflation, which is to say, an inflationary process in which prices are permitted to rise without being suppressed by Government price controls or similar techniques. […]
Esta definición de inflación de Friedman no
contradice la noción de Noyola de "aumentos del nivel general de
precios". Después de comparar experiencias inflacionarias en la India
en la década de 1950 y de Estados Unidos durante la Guerra Civil, entre otros casos, concluyó su
conferencia:
I have covered quite a lot of ground in this talk. The main points can, however, be summarised in a few brief propositions:
(1) Inflation is always and everywhere a monetary phenomenon.
(2) Inflation is not inevitable in the course of development.
(3) Inflation is not likely under current conditions to promote development, unless it accelerates, in which case it can be only a temporary panacea.
(4) As a tax on cash balances, inflation may be less bad than some other alternatives on some occasions, but it has very undesirable side effects.
Para Friedman, las fuentes de la expansión monetaria pueden ser muy diferentes en cada caso, pero imprimir dinero siempre provocará inflación sin importar las circunstancias, niveles de desarrollo y diseños institucionales. Pocos años después, en 1970, Friedman insistiría y elaboraría esta idea en su conferencia The Counter-Revolution in Monetary Theory (pdf):
7. In the short run, which may be as much as five or ten years, monetary changes affect primarily output. Over decades, on the other hand, the rate of monetary growth affects primarily prices. What happens to output depends on real factors: the enterprise, ingenuity and industry of the people; the extent of thrift; the structure of industry and government; the relations among nations, and so on.
8. It follows from the propositions I have so far stated that inflation is always and everywhere a monetary phenomenon in the sense that it is and can be produced only by a more rapid increase in the quantity of money than in output. However, there are many different possible reasons for monetary growth, including gold discoveries, financing of government spending, and financing of private spending.
9. Government spending may or may not be inflationary. It clearly will be inflationary if it is financed by creating money, that is, by printing currency or creating bank deposits. If it is financed by taxes or by borrowing from the public, the main effect is that the government spends the funds instead of the taxpayer or instead of the lender or instead of the person who would otherwise have borrowed the funds. Fiscal policy is extremely important in determining what fraction of total national income is spent by government and who bears the burden of that expenditure. By itself, it is not important for inflation. [...]
Friedman concede que en el corto plazo influyen
en la inflación factores reales, pero en el largo plazo la inflación es siempre
causada por un incremenento del circulante por arriba del producto. La política fiscal es inflacionaria cuando el gasto es financiado
con creación de dinero.
En las décadas de 1970 y 1980, la inflación elevada había regresado a América Latina y con ella, nuevas políticas de estabilización auspiciadas por el FMI. En su "Letter to Another Brazilian Finance
Minister" de 1993, Thomas Sargent escribió:
Persistent high inflation is always and everywhere a fiscal phenomenon, in which the central bank is a monetary accomplice. A government administering a fiat paper currency has a intertemporal budget constraint that forces its central bank and fiscal authorities to cooperate, sooner and later, somehow. Persistent inflation is caused by a coordinated monetary and fiscal regime that calls for the central bank persistently to print currency to supply the fiscal authority with revenues via an implicit “inflation tax.” A central bank cannot by itself stop an ongoing inflation against the will of a fiscal policy authority determined to run persistent budget deficits, Indeed, a central bank determined to “go it alone” and to fight inflation with tight money in the face of persistent deficits can achieve only temporary gains in the battle against inflation, and at the cost of making inflation worse in the future. This outcome results because, in the face of persistent deficits, a central bank can achieve go-it-lone tight money only by forcing the fiscal authority to issue increasing amounts of interest-bearing debt: without an enduring fiscal adjustment, the monetary authority will eventually be forced to generate more inflation and to raise the inflation tax. This arithmetic is unpleasant, but it is also true.
Sargent elaboró sobre Friedman luego
de haber analizado durante años la inflación en varios países de América
Latina. La inflación alta y persistente, que se manifiesta en el largo plazo,
requiere la coordinación de las autoridades fiscal y monetaria: la
primera incurre en déficits fiscales y la segunda colabora imprimiendo dinero
para pagar los deficits. Un banco central que decide luchar contra la
inflación, pero sin el compromiso permanente de ajuste fiscal, será inefectivo
en el largo plazo.
Abusando un poco: si analizamos las causas por las que un gobierno aumenta el gasto público sin preocuparse por controlar el déficit y un banco
central termina monetiozando el gasto, parece que el siguiente paso es sostener que
la inflación alta y persistente es siempre y en todo lugar un fenómeno
político.
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