Aquí un reciente video de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos sobre el trabajo del Alvin Roth, ganador del Premio Nobel de Economía de 2012, sobre el mercado de riñones (en inglés):
El problema es que hay escasez de riñones disponibles respecto a los pacientes que requieren un trasplante, lo que se traduce en baja calidad de vida y muertes prematuras. El tono del video es de simpatía y personalmente soy entusiasta del tipo soluciones que propone Roth. Sin embargo, es difícil o imposible mantenerse indiferente cuando en la misma frase se usan las palabras mercado y riñón (o cualquier órgano humano). Por ejemplo, me enteré del video por este post de la revista The Atlantic. Si se leen los comentarios, se notará que a pesar del video y de que el texto que lo acompaña es positivo, algunos lectores manifestaron sus reservas o rechazo absoluto a la idea de un intercambio riñones. Se trata, pues, de una transacción que por cuestiones morales o éticas resulta repugnante para la mayoría de las personas.
Reflejando estas preocupaciones, el filósofo Michael J. Sandel, autor de What Money Can’t Buy: The Moral Limits of Markets (2012), ha meditado sobre si todo debería ser intercambiado por dinero. En general, Sandel no se opone a los mercados, sino a la compra y venta de determinados bienes y servicios.
Roth y sus colegas diseñadores de mercados no han ignorado esta repugnancia. Hace algunos años Roth escribió el artículo Repugnance as a Constraint on Markets (pdf, 2007), en el cual nos dice, entre otras cosas, que la repugnancia no es universal, sino que varía de acuerdo al tiempo y el lugar, pero tiene el poder de moldear las transacciones humanas. Tanto así que como manifestación de ella, en el mercado de riñones al que se refiere el video no se permite el uso de dinero.
Por su parte, Gary Becker (1930-2014) fue promotor de usar dinero en el intercambio de órganos como una forma más eficiente de alcanzar resultados deseables (por cierto, en los comentarios del post de The Atlantic un lector señala que la libre compra-venta de riñones funcionaría mejor). Seguro que Roth coincidiría con Becker en los beneficios del mecanismos de precios, pero replicaría que ello no hace que la repugnancia desaparezca. Quizá Roth y Becker no hubieran diferido en adoptar una perspectiva consecuencialista para balancear los costos de la repugnacia con los beneficios del intercambio monetario, pero no me imagino a Sandel aprobando tal discusión.
En este sentido, el trabajo de Roth permite obtener algunos de los beneficios del mercado, pero sin los inconvenientes de la repugnancia asociada al uso del dinero en ciertas transacciones. Así, su solución es -al menos- factible. Aquí y hoy.
Reflejando estas preocupaciones, el filósofo Michael J. Sandel, autor de What Money Can’t Buy: The Moral Limits of Markets (2012), ha meditado sobre si todo debería ser intercambiado por dinero. En general, Sandel no se opone a los mercados, sino a la compra y venta de determinados bienes y servicios.
Roth y sus colegas diseñadores de mercados no han ignorado esta repugnancia. Hace algunos años Roth escribió el artículo Repugnance as a Constraint on Markets (pdf, 2007), en el cual nos dice, entre otras cosas, que la repugnancia no es universal, sino que varía de acuerdo al tiempo y el lugar, pero tiene el poder de moldear las transacciones humanas. Tanto así que como manifestación de ella, en el mercado de riñones al que se refiere el video no se permite el uso de dinero.
Por su parte, Gary Becker (1930-2014) fue promotor de usar dinero en el intercambio de órganos como una forma más eficiente de alcanzar resultados deseables (por cierto, en los comentarios del post de The Atlantic un lector señala que la libre compra-venta de riñones funcionaría mejor). Seguro que Roth coincidiría con Becker en los beneficios del mecanismos de precios, pero replicaría que ello no hace que la repugnancia desaparezca. Quizá Roth y Becker no hubieran diferido en adoptar una perspectiva consecuencialista para balancear los costos de la repugnacia con los beneficios del intercambio monetario, pero no me imagino a Sandel aprobando tal discusión.
En este sentido, el trabajo de Roth permite obtener algunos de los beneficios del mercado, pero sin los inconvenientes de la repugnancia asociada al uso del dinero en ciertas transacciones. Así, su solución es -al menos- factible. Aquí y hoy.
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